María Soledad Loyola, es Magíster en Psicología Educacional y Doctora en Psicología, pero su historia tiene mucho de esfuerzo también ya que su familia proviene de una zona rural. Se considera una migrante, porque viajó junto a su familia desde la Región del Biobío a instalarse a la capital. De madre costurera y padre que fue guardia de la Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación, UMCE, ella es primera generación en ingresar a la Educación Superior.
La Universidad Academia de Humanismo Cristiano la recibió para comenzar sus estudios de psicología; dos años después al trabajar en el programa P900 – talleres de aprendizaje del Ministerio de Educación para jóvenes vulnerables- se dio cuenta que lo suyo era transformarse en educadora diferencial. Dejó la psicología y volvió a dar la Prueba de Aptitud Académica para ingresar al exPedagógico y seguir con su formación. Fue jefa de UTP y directora de escuelas, pero su inquietud la trajo a la Universidad de Santiago donde se tituló como Magister en Psicología Educacional y luego Doctora en Psicología. “En esa época algunos de los Magísteres en Psicología de la Usach, no eran exclusivos para psicólogos/as, sino que eran estudios afines en ciencias sociales y humanidades, además que se vinculaban a las experiencias profesionales de las/os candidatos/as”, recuerda. Aquí se encantó con la investigación trabajando en el laboratorio Virtualab, y la que profundizó al integrarse al Centro de Estudios Migratorios, CEM.
Prejuicios y migración
Cuando el tema de las migraciones se hacía más fuerte en Chile, el CEM buscó establecer una mirada global, no solo como un proceso histórico sino social y contemporáneo. Fue así como María Soledad se dedicó a investigar las experiencias de cuidado de mujeres migrantes en los sistemas de atención primaria de salud, desde una visión cualitativa con análisis de discurso. “En el Centro tenemos esta línea de investigación de género y salud. Estamos terminando un proyecto Dicyt con la profesora Irene Magaña, donde ella es la investigadora principal y con ganas de repostular a un Fondecyt sobre la temática” remarca.
-Dra. Loyola, la migración pareciera ser que se transformó en un dolor de cabeza para los últimos gobiernos, donde una parte importante de la ciudadanía la asocia con elementos negativos, como lo muestran algunas encuestas ¿Concuerda con esa apreciación desde sus investigaciones?
-Creo siempre que la migración es una oportunidad para cualquier sociedad. No pienso que sea un problema, porque te permite ampliar horizontes, aceptar la diversidad, generar cambios culturales; me parece particularmente interesante lo que ocurre con esa diversidad en la formación de niñas, niños y adolescentes. Un buen ejemplo de ello es lo que sucede en algunos establecimientos educacionales donde este reconocimiento a la diversidad se ha vuelto práctica y no teoría. Por otro lado, el aporte que pueden hacer profesoras y profesores migrantes también puede contribuir en la búsqueda de soluciones a la crisis educacional que hace años vive el sistema educacional y que se profundizo con la pandemia. Es efectivo que la migración se ha asociado a la delincuencia, al exceso de vulnerabilidad, a que ocupan los sistemas de protección social. No niego esa realidad. Hay un aumento de situaciones negativas y así son percibidas por la sociedad, pero también lo veo como un desafío para el Estado chileno, desde el punto de vista de hacerse cargo de la mejora en los sistemas de protección y seguridad social, así como de las leyes referidas a migración. El Estado debe ser capaz de dar respuestas a estas problemáticas; respuestas que deben ser pertinentes en calidad y tiempo.
-Sus áreas de investigación son género y salud. Se habla que las/os migrantes saturan los servicios de salud y acceden a muchos beneficios dada su precariedad social.
-Esta creencia de que las/los migrantes copan los sistemas de salud está instalada, pero no es necesariamente así, porque a pesar de que se inscriben cuando están en un sistema regular de estadía en Chile, lo ocupan menos que las familias chilenas. La razón es porque están menos medicalizados que los chilenos. Recurren mucho a la medicina natural y a las tradiciones de cuidado de sus países de origen. Concurren a los centros de salud cuando están muy graves o por los controles de hijas e hijos, que son obligatorias por el programa Chile Crece Contigo. Otro buen ejemplo es lo que ocurre en educación: de alguna manera la matrícula de estudiantes migrantes está salvando la educación municipal. En lo laboral, las/os migrantes acceden a trabajos que son menos valorados.
Hay otros datos de interés. A diferencia de lo que creemos, en los otros países de América Latina los sistemas educacionales son buenos. Las personas migrantes alcanzan niveles escolares superiores a los que tenemos en Chile. Las mujeres migrantes tienen aproximadamente dos años más de escolaridad que nuestras compatriotas, además de superarnos en la ocupación laboral femenina. En resumen, hacer un zoom a los aportes en el tema de la migración siempre va a ser positiva para nuestro país.
-Volvamos a la Usach. Usted hace clases en el curso de Diseño y Evaluación de Proyectos de Intervención Psicosocial, para estudiantes de psicología. Pronto se inicia un nuevo año lectivo. ¿Cómo percibe a nuestra Universidad y a sus alumnas/os?
-Esta Casa de Estudios es muy importante para mí. He pasado mucho tiempo acá; me formé en estas aulas. La Usach tiene que ver con mi historia personal, es un lugar que siento como propio. No soy ajena a lo que ocurre en mi país, vivo en Renca como muchos de mis alumnos y alumnas, y comprendo lo difícil que ha sido el retorno a la presencialidad, pero creo genuinamente en su deseo de contribuir a los cambios sociales lo que hace que se esfuercen y pongan ganas en sus procesos formativos.
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