El pasado jueves 21 de septiembre, la Comisión Asesora contra la Desinformación realizó su quinta sesión. Los nueve integrantes de la instancia -expertas y expertos en comunicaciones, datos, fact checking, algoritmos, entre otros, que trabajan ad honorem- continuaron su labor, tras la publicación del primer informe sobre el estado del arte del tema a nivel nacional y global.
A esta segunda fase del proyecto, cuyo objetivo es redactar un documento final con recomendaciones para abordar el fenómeno de la desinformación en todas sus aristas, se integró el experto y académico de la Universidad de Santiago de Chile, Dr. Antoine Faure, quien, en entrevista en profundidad, entregó su visión respecto a estos temas y al aporte que espera realizar a este trabajo, ya en movimiento, por parte de la Comisión.
-Como profesional dedicado a la investigación de las comunicaciones, ¿cuál es su aporte a la mesa de la Comisión?
Primero que todo, yo me integro a la Comisión con respeto a la enorme labor que han realizado las y los distintos colegas y expertos, asumiendo también el primer informe como si yo también lo hubiese escrito.
Desde ese punto inicial, mis áreas de especialidad me permiten conectar directamente con la conversación: como especialista en el campo de las comunicaciones, no estoy ajeno a la discusión sobre la desinformación, las fake news, la inteligencia artificial y algoritmos; es algo que conozco y que enseño. Además, mi formación universitaria se realizó en ciencia política, en específico en políticas públicas. Y mis objetos de predilección son las políticas de comunicación y las políticas de cultura.
-¿Y en su rol como director de la Escuela de Periodismo de la Universidad de Santiago?
De acuerdo con nuestras líneas de trabajo e investigación, nuestro principal aporte corresponde a una mirada completa sobre lo público. Esta Escuela se plantea como proyecto académico desarrollar una perspectiva sobre la comunicación pública, sobre las transformaciones y reconfiguraciones del espacio público, sobre la discusión pública, entre otros.
Aquí estamos con un tema de interés público radical, que remite también a derechos individuales y obviamente atañe a la especialidad que tenemos en la Usach. Dentro de esta mirada, tenemos dos líneas principales de investigación: Comunicación Política y Comunicación Pública de la Ciencia.
En ambos campos hay mucho trabajo que hacer. Cuando uno ve el nivel de desinformación que circula en los medios a través de algoritmos -que además la aceleran- sobre relativización de la ciencia, crisis sanitarias, catástrofes, desastres naturales.
Hay que trabajar la comunicación pública de la ciencia para afirmarla y para que sea útil para proyectar el desarrollo de la sociedad y del mundo, y también, para combatir la desinformación en ese sentido. Entonces, creo que, desde ahí, la Usach puede aportar mucho a la Comisión.
-¿Cuál cree que es el rol de los medios de comunicación chilenos para abordar este fenómeno?
Estoy convencido de que los medios de comunicación y el periodismo en general deben ser un aliado para combatir la desinformación, en específico para educar. Creo que parte del oficio periodístico tiene que ver con la alfabetización del mundo digital. Para volver a mi rol de director de la Escuela de Periodismo, también estos horizontes tienen que cuestionar nuestro rol formativo.
-¿Cómo se está tratando el fenómeno de la desinformación en el resto del mundo?, ¿existe algún referente al cual podamos remitirnos?
Es un problema que preocupa mucho a nivel mundial. Muchísimo. Obviamente cada gobierno, cada Estado y cada cultura lo va manejando desde sus prioridades y focos particulares. Por eso también la discusión es tan complicada en términos políticos. Sin embargo, está apareciendo, a mi juicio, una especie de acuerdo común sobre la necesidad de regular.
Lo anterior sobre todo después del episodio del Brexit, las elecciones presidenciales en Estados Unidos de 2016 y 2020 o el famoso episodio del Capitolio, la elección de Bolsonaro en Brasil y cómo se manejó. Hay una preocupación latente por regular y, en ese sentido, me parece que, a buen juicio, el gobierno chileno se adelantó al implementar esta Comisión.
En Francia, por ejemplo, existe una tímida ley que busca obligar a las plataformas publicar sus algoritmos. Ese esfuerzo de transparencia ya es algo que permitiría avanzar poco a poco hacia la educación. Necesitamos saber qué significa un algoritmo, cómo funciona y cómo van circulando estas desinformaciones.
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Entre ellos se encuentran el uso de tecnologías de realidad aumentada para reposicionar el patrimonio cultural de nuestra institución y una aplicación móvil que permitirá tener acceso al Campus. Sin embargo, “no queríamos mostrar solo los resultados de nuestro trabajo, sino que también hacer una invitación a otras personas a poner su experticia disciplinar a disposición de la tecnología, con el fin de realizar un trabajo colaborativo de manera que podamos apoyar a más gente en su quehacer diario”, señaló la directora del proyecto Marcela Rosinelli.
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